Un estudio de la Online Publisher´s Organization (OPA) concluyó la semana última que el consumo de contenidos es ahora el factor dominante en el tiempo que las personas invertimos en Internet. Creció, dice el informe, del 34 al 47 por ciento en los últimos cuatro años.
Me encanta, porque fueron esos los mismos años en que los blogs, los fotoblogs y los videoblogs fueron los protagonistas fundamentales de la Red en general y de la Web 2.0 en particular. En esos años escribimos una enciclopedia de ocho millones de artículos en 253 idiomas, pero la estadística nos sindica (el verbo es adrede) de habernos vuelto a repantigar en el sillón. Esta vez, en lugar de un control remoto, tenemos un mouse y un teclado.
Estoy convencido de que el estudio es serio y honesto. Estoy convencido también de que el contenido es, fue y seguirá siendo el que manda en la Red (más sobre esto enseguida). Pero estoy convencido también de que si seguimos midiendo Internet con la misma vara que hemos usado hasta ahora, vamos a seguir llegando a conclusiones contradictorias. Esa vara que incluye términos como comunicación, información, contenidos, entretenimiento y otros.
Cantidad, calidad, y todo eso
J. R. R. Tolkien dedicó dos horas cada noche durante veinte años a El Señor de los Anillos. Volvía de dar clase en su bicicleta, comía y se sentaba a escribir. Un estudio estadístico jamás habría dado como resultado que ese hombre era un productor de contenidos, observando cuánto tiempo le dedicaba a cada cosa. Más bien, era un profesor de Oxford con un hobby.
Incluso los más prolíficos son, y esto quizás en medida proporcional, grandes consumidores de contenidos. Esto es así desde que los griegos inventaron el teatro, y presumo que desde mucho antes también. Por lo tanto, decir que invertimos la mayor parte del tiempo en ver cosas por la Web no parece ninguna novedad. De hecho, nunca fue una novedad. El mundo sería otro, si en lugar de haber un Picasso por cada cien millones de personas, hubiera cien millones de Picassos por cada ser humano sobre la Tierra.
Simultaneidad
Internet viene a complicar este calmo escenario por varios motivos. Primero, resulta bastante difícil identificar con claridad a una persona en la Red. Se puede identificar una máquina, pero no a una persona. Por suerte.
Segundo, un individuo puede hacer varias cosas simultáneamente, con las computadoras en general y cuando está línea en particular. Puede ver un video mientras sube veinte fotos, baja programas, películas y música, chatea, manda mails y hace transacciones bancarias. Todo a la vez. Y todo son cadenas de bits. Habría que espiar mucho a alguien para establecer en qué invierte su tiempo. Se supone que no queremos eso.
Es exactamente lo que pasaba con Tolkien. Por un lado, no todo es mensurable, digan lo que digan los fundamentalistas de la métrica. Por otro, las cantidades no necesariamente significan algo relevante. Para Tolkien, enseñar filología ocho horas por día era una forma de escribir El Señor de los Anillos. Y viceversa.
El fenómeno que hay detrás de este nuevo mundo plantea desafíos que la simple enumeración no puede resolver. No tengo ni la más remota idea de todos los factores que entran en juego, pero me da la impresión de que los análisis tradicionales, analógicos, newtonianos, no van a sacar nada en limpio.
Quizás el primer paso para entender lo que está pasando es aceptar que muchos conceptos que antes funcionaban han dejado de existir o se han transformado, volviéndose mucho más complejos. “Información”, por ejemplo. Hasta ahora, veníamos separando como con escalpelo la información del entretenimiento. ¿Sigue siendo así? (¿Alguna vez fue así?)
Señala la OPA que antes el público invertía más tiempo buscando información, por ejemplo, sobre el estado del tiempo; ahora mira más videos en YouTube. Lo que no se dice es que en estos cuatro años se multiplicaron los decorativos widgets de Escritorio, que entre otras cosas muestran el estado del tiempo, la cotización de acciones de la Bolsa y los titulares de los diarios (RSS). No sólo no necesitamos invertir ni un instante en ir a buscar esos datos, sino que además los widgets son por sí mismos una forma de entretenimiento. Más todavía, los usuarios pueden diseñar sus propios widgets y compartirlos, combinando así información, creación de contenidos, participación y entretenimiento.
Además, si el título que aparece en un widget (Windows Vista los llama gadgets ) es interesante, iremos a verlo, visitando el sitio del diario, el blog o lo que fuere. Así que también disponemos de más opciones para leer sólo lo que nos gusta; o lo que nos llama la atención, que no es lo mismo. Por añadidura, con millones de máquinas siempre encendidas pero no necesariamente con personas delante, ¿cómo medir el tiempo invertido en esto o lo otro?
La cuestión no termina ahí. Si el artículo del diario es realmente bueno, lo compartiremos con nuestros amigos. ¿Cuál de todas estas actividades es más relevante? ¿La que consume más tiempo? ¿Cuál es el indicador más importante para evaluar un contenido, cuánta gente lo consume o cuánta gente lo comparte con sus amigos y colegas?
La OPA tiene en cuenta estas cosas y, a juzgar por sus conclusiones, los responsables de la agencia se están haciendo las mismas preguntas.
Otra palabrita con dobleces: “comunicación”. El estudio dice que ahora invertimos menos tiempo en comunicarnos (mensajería instantánea y mail) que en consumir contenidos. La agencia reconoce que una de las causas es que en 2002 había muchos menos contenidos en línea que hoy. Pero, ¿quién dijo que la mensajería instantánea es exactamente comunicación? No lo es, al menos, en el sentido tradicional. Es, más bien, una forma de mantenerse virtualmente en contacto, algo nacido de Internet. Eventualmente, sirve para comunicarse, pero todo indica que este verbo ha fructificado en no menos de cinco varietales diferentes, una vez sembrado en Internet.
Los dos millones de PPT que recibo por mes con frases supuestamente inspiradoras y chistes de diversa prosapia, ¿son comunicar, compartir, entretenerse, todo eso junto u otra cosa nueva?
Un vistazo a las categorías que tiene en cuenta el Internet Activity Index (IAI) sobre el que se basa el estudio de la OPA ( www.online-publishers.org/?pg=activity ) deja claro que se sigue considerando el tiempo de las personas como lineal y unidimensional, y que se da por sentado que un fenómeno de la escala de Internet no ha creado nuevas actividades.
No obstante, coincido con algunas de las conclusiones de la agencia. Hay más contenido y, como escribí hace ya bastante tiempo, el mensajero instantáneo es una de las herramientas que podría reemplazar el e-mail. El tiempo invertido en encontrar algo en la Web bajó un poco, lo que coincide con mejores motores de búsqueda, más eficientes y fáciles de usar.
Pero si no instalamos rápidamente en nuestros análisis la simultaneidad y algo así como el principio de incertidumbre, vamos a seguir sacando conclusiones peligrosamente apresuradas. No queremos otra burbuja puntocom, ¿o sí?
Mientras escribo esta columna voy contestando a varias personas en el chat. Algunos son amigos, otros son colegas. Alt-Tab a pleno, en suma. Pero uso también el mensajero para enviar imágenes para un programa de TV. El teléfono no ha parado de sonar y varios llamados hacen referencia a alguno de los 660 mails que tengo en mi casilla de correo en este instante (ahora ya son 661). En segundo plano, estoy bajando software y oigo (no digo que escucho) una radio AM por la Web. En mi Firefox hay unas veinte pestañas con diversos sitios Web, pero uno es el calendario y otro, Gmail. El lector de noticias RSS no se apaga nunca, como tampoco un ticker con las acciones de Nasdaq. Es muy evidente que un segundo de este tiempo no es igual un segundo de hace 20 años. Lo interesante es que la máquina está haciendo la mayoría de estas cosas por sí misma, tal como se le pidió, y que mi atención está puesta un 90% en producir contenidos (esta nota) que terminarán en Internet de la manera tradicional, no en un blog. Como dice mi amigo el periodista colombiano José Carlos García Rico: “No, no tengo blog, ¿y qué?”
El tiempo tiene otra dimensión ahora. ¿Cómo lo analizamos? Me lo pregunto.
En cuanto a la incertidumbre, y dejando de lado el que deberíamos crear nuevas categorías para entender las actividades humanas en la era post-Internet, nos estamos acercando al punto en el que tenemos tantos datos que es imposible procesarlos antes de que el escenario haya cambiado. Dejando de lado la seria cuestión de la privacidad, sí, podemos saber lo que hace una persona a cada instante en Internet, pero no sabemos quién es esa persona. Y aun si supiéramos quién es esa persona, no tendríamos idea de si está prestando atención o si es un programa que oportunamente se configuró para esa actividad.
Veremos qué sigue. El análisis de la OPA es mesurado, no así algunos titulares que vi relacionados con este tema. Hay que tener cuidado con las conclusiones apresuradas en estos tiempos. Hace un año empezó a circular la idea de que las cámaras digitales serían desplazadas por los celulares que sacan fotos. Hoy nos enteramos de que la venta de cámaras sigue creciendo sin parar.
Pero, ¿dónde están los 70 millones de blogs?
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